domingo, 22 de abril de 2012

El amor de los locos


Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe.
Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones, belleza. 
Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un pensamiento. 
Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la piedra en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por una cadena de hierro de ideas
El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos, y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento, los sabios escrutan  al microscopio para descifrar de qué manera, en tan exiguo retazo, está escrita la partitura.
Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio ni de tinciones, el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que taladra huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay cemento ni viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos locos despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz, con voces que sudan de adentro, de la cabeza.
Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla queda dentro. Es condición interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está cubierta por completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.
Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin piel.
El único instrumento posible para el loco, para defender su desnudez, es el amor.
El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos vidriosos, ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso y múltiple que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium, permanecen intactos en el loco por arte del amor.
Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo menos un vestido, no cubre sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta.

Rafael Courtoisie

 Para Terremoto, el pajarito cirujano

2 comentarios:

  1. Muchas gracias de parte de Terremoto.
    Los locos me fascinan.
    En realidad todos tenemos un loco dentro mejor o peor controlado.
    Y cualquier día puede tomar el mando.

    Besos y gracias.

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  2. me alegro que le haya gustado.
    Y concuerdo contigo.. incluso a veces, creo que más que uno tengo varios. Con algunos simpatizo y otros me dan miedo... pero con unos y otros, a los tumbos y a los saltos, hay que aprender a convivir cada día para hacer la vida más llevadera... y para que ninguno de ellos se encrispe y quiera hacerse capitán del barco. Besos

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