Una
jovencita confesaba, riéndose de sí misma, que le costaba trabajo imaginarse el
tiempo juvenil de sus abuelos, no solo por la dificultad de rejuvenecerlos en
su mente, sino porque las fotografías que la ayudarían están amarillentas y en
blanco y negro, naturalmente. Su imaginación se contagiaba entonces de esa
opacidad y decía que debía hacer un esfuerzo para pensar que aquellos lejanos días
tenían el mismo brillo, el mismo peso de realidad que nuestro presente, ese
filoso presente que nos ataca al despertar. Los días del pasado parecen romos y
descoloridos, su luz vacilante, sus ruidos y voces amortiguados, como si
hubieran sonado con menor intensidad.
Brilla-brillaba.
Está-estuvo. Es-era. Si esta destrucción constante se hiciera en forma brusca,
tipo estallido, tipo acto de magia, nos asombraría, como asombró a los huéspedes
del Mago Próspero en “La
Tempestad”, la desaparición de un espectáculo, lleno de
brillo y música que se desarrollaba frente a sus ojos. Toda la alegre comedia
se esfuma a un solo gesto de Próspero; éste aclara que se trataba solo de un
juego, de un encantamiento para entretener a sus huéspedes. Agrega, sin
embargo, que lo que llamamos realidad es sólo aparentemente más sólida y que
todo lo que vemos –palacios y altas torres- desaparecerá algún día. “Estamos
hechos de la misma sustancia que los sueños”, concluye.
Si fuera así
–que no lo es- criaturas de sueño, fantasmales – soñaríamos sobre todo con el
despertar, la interrupción violenta, aunque nos asustara, de esta incoherente
ensoñación, tantas veces pesadillesca.
Como si se
abriera una ventana que nadie hubiera visto y entrara el sol, golpeando la cara,
sobresaltando al durmiente, despertándolo.
Cirse Maia
Lo que es, es.
ResponderEliminarPero dos personas mirando lo que es, ven realidades diferentes.
Siempre me ha gustado la frase “estamos hechos de la misma sustancia que los sueños”.
Siempre me han gustado las personas capaces de tener sueños.
Siempre me han encantado las personas que trabajan para convertir sus sueños en realidad.
Los tiempos pasados son difíciles de entender con ojos de hoy.
¿Como explicarle a una universitaria de hoy que a principios de los sesenta había pocas mujeres en las facultades, el 100% vestía faldas, la inmensa mayoría llegaba virgen al matrimonio?
O mas difícil todavía; no había móviles, ni face ni twiter...
definitivamente... Yo nací en los últimos años de la dictadura en Uruguay. Escucho las historias de mis padres y parece que fuera otro mundo. Otro mundo en el que definitivamente, a todos les hubiera gustado haber sido despertados de golpe por algún rayo de sol.
ResponderEliminarGracias Romina por tu comentario. "El despertar" es de Alejandra Pizarnik; los otros tres pequeños poemas son míos. Cité al inicio a Alejandra porque se adecuaba creo que bien con lo que escribí.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
si, asi lo entendí. Espero que no sea un inconveniente que me haya referido a su muerte utilizando palabras de tu poema. Es un gusto leer a quienes les nace escribir de esa manera. Gracias por pasarte. Cariños
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