Un loco es alguien que está desnudo de la mente. Se ha despojado de sus
ropas invisibles, de esas que hacen que la realidad se vele y se desvíe.
Los locos tienen esa impudicia que deviene fragilidad y, en ocasiones,
belleza.
Más difícil que abrigar un cuerpo desnudo es abrigar un
pensamiento.
Los locos tienen pensamientos que tiritan, pensamientos óseos, duros como la
piedra en torno a la que dan vueltas, como si se mantuvieran atados a ella por
una cadena de hierro de ideas
El cerebro de un pájaro no pesa más que algunos gramos,
y la parte que modula el canto es de un tamaño mucho menor que una cabeza de alfiler, un
infinitésimo trocillo de tejido, de materia biológica que, con cierto aburrimiento,
los sabios escrutan al microscopio para descifrar de qué manera, en tan
exiguo retazo, está escrita la partitura.
Pero desde mucho antes, y sin necesidad de microscopio
ni de tinciones, el loco sabe que el canto del pájaro es inmenso y pesado, plomo puro que
taladra huesos, que se mete en el sueño, que desfonda cualquier techo y no hay
cemento ni viga que pueda sostener su hartura, su tamaño posible. Por eso algunos
locos despiertan antes de que amanezca y se tapan los oídos con su propia voz,
con voces que sudan de adentro, de la cabeza.
Pero la desnudez del loco es íntima: de tanto exhibirla
queda dentro. Es condición interior, pasa desapercibida a las legiones de cuerdos cuya ánima está
cubierta por completo de tela basta, gruesa, trenzada por hilos de la costumbre.
Los pensamientos del loco son carne viva, carne sin
piel.
El único instrumento posible para el loco, para
defender su desnudez, es el amor.
El amor de los locos es una vestimenta transparente. Esos ojos
vidriosos, ese hilo ambarino que orinan por las noches, ese fragor y ese sentimiento copioso
y múltiple que no alteran las benzodiazepinas, que no disminuye el Valium,
permanecen intactos en el loco por arte del amor.
Es un martillo, y una cuchara, y un punzón. Es todo
menos un vestido, no cubre sino que atraviesa, no mitiga sino que exalta.
Rafael Courtoisie
Para Terremoto, el pajarito cirujano