y las moscas que subían y bajaban, el sol tocando ahora una hoja, otra después, burlón, deslumbrándola con oro suave en un gesto de buen humor; y de vez en cuando una campana, resonando divinamente en las briznas de hierba…
Todo esto, aun siendo tranquilo y razonable, aun
estando constituido por cosas ordinarias, era ahora la verdadera belleza, eso
era la verdad.
La belleza estaba en todas partes.
Virginia Woolf